«Suele ocurrir a menudo que precisamente las personas con las que tenemos relación son las que mejor que nadie pueden incitarnos a poner en juego todos nuestros recursos. Por frustrantes que sean, tal vez sean justamente las que necesitamos: la persona menos adecuada suele ser nuestro mejor maestro».
Elisabeth Kübler-Ross
Nuestra vida discurre a través de relaciones, de interacciones constantes con nuestra familia, pareja, amigos, compañeros de trabajo, conocidos, desconocidos, etc. Muchas de estas relaciones lo son todo para nosotros. Suponen lo más importante. Pero a menudo estas relaciones también se convierten en fuente de conflicto, tensión y malestar generándonos emociones aflictivas acompañadas de todo tipo de pensamientos negativos.
En cada interacción es interesante tomar consciencia de que aunque el estímulo provenga del exterior a través de lo que una persona diga o haga, la experiencia únicamente tiene lugar dentro de nosotros mismos. No puedo hacer nada con los estímulos y con todo lo que se desencadena dentro de mí pero sí puedo actuar y decidir sobre qué hacer con ello. Cuando pongo el foco de atención en la otra persona estoy perdiendo una valiosa perspectiva. Una oportunidad para entender que patrones de pensamientos, creencias y condicionamientos están detrás de todo lo que se está generando en mi interior.
Las personas con las que nos relacionamos son como un espejo en el que nos reflejamos a cada instante: yo me reflejo en ti y tú en mí. A veces los reflejos son agradables y quiero estar lo más cerca posible de ese espejo. En cambio, en otras ocasiones, lo que se refleja no me gusta y desearía cambiarlo o simplemente estar lejos de ello. Lo rechazo. Rechazo al portador de ese espejo sin ser consciente de que en el fondo me estoy rechazando a mí mismo y de que tarde o temprano lo reflejado, volverá.
El reflejo es información. Nada más. Una oportunidad para auto-conocerse. Un canal que se abre para ir más allá de nuestros propios límites y condicionamientos.
“Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos”
Carl Gustav Jung
La primera pregunta ante “el espejo” podría ser: ¿qué partes de mí mismo estoy viendo reflejadas gracias a esta persona? Pero desgraciadamente rara vez reaccionamos así. De manera general nos apegamos sin cuestionamiento a los reflejos agradables y confundimos los desagradables con una realidad no deseable que hay que cambiar o de la que tenemos que escapar. En estas situaciones nuestro comportamiento habitual suele ser la reacción inconsciente sin el menor espacio entre el estímulo y la respuesta.
El reflejo desagradable -que se manifiesta en nosotros a través de la interacción con el otro- viene siempre acompañado de “una puerta” que nos permite ir más allá de nuestros propios condicionamientos. Cuando surge nos genera malestar, tensión, incomodidad, dolor… y en la medida en la que nos resistimos a lo que está pasando, menor o mayor sufrimiento. Es como chocar con una pared una y otra vez. Nos topamos con un límite de nuestro “software” mental. Pero en cada límite hay siempre un hueco, una pequeña grieta a través de la cual podemos cruzar. En última instancia siempre somos libres de tomar esta decisión y ampliar nuestras fronteras mentales.
Flanqueando y alimentando nuestras creencias y condicionamientos se encuentra nuestro relato. Este opera de manera inconsciente dando vida a nuestras emociones y dirigiendo nuestro comportamiento. Ante cada estímulo el relato emerge con fuerza en nosotros creando y dando orden y coherencia a una realidad completamente sesgada por nuestro condicionamiento. El relato busca proteger al “yo”, a nuestra idea de lo que somos creando una separación entre nosotros y los demás.
¿Cómo podemos utilizar lo desagradable que se genera en una interacción para crecer y expandir nuestra perspectiva?
1.- Observa:
Sin reaccionar podemos observar qué está ocurriendo en nuestro cuerpo ante un determinado estímulo: contracción muscular, tensión, hormigueo, palpitaciones… Contemplamos nuestro impulso a la acción y tratamos de mantenernos ecuánimes sin pretender cambiar nada de lo que está pasando. Simplemente observamos lo que se ha despertado en nosotros siendo testigos de toda la energía que habita en nuestro cuerpo.
Observamos también nuestro relato y tratamos de “cazar al vuelo” lo que nos estamos contando tras el estímulo producido ante esta persona o situación. Observamos todos los pensamientos que surgen tratando de tomar distancia, sin alimentarlos ni identificarnos con ellos. Los pensamientos tratan de ordenar y explicar lo que está pasando pero crean al mismo tiempo un telón invisible que nos separa y aleja de la verdadera realidad. Por norma general, nos dejamos arrastrar por ellos quedando atrapados por nuestro condicionamiento.
2.- No es algo personal:
No te lo tomes como algo personal. En las relaciones interpersonales buena parte de nuestros comentarios y/o actitudes obedecen a reacciones inconscientes. Es más, a veces es como si cada uno de nosotros estuviésemos operando en universos paralelos en los que cada uno vive su propia historia y su visión de la realidad. Nos relacionamos desde planos completamente subjetivos siendo “secuestrados” por nuestro mundo interno dejando a la verdadera realidad completamente huérfana.
Podemos ver lo que está ocurriendo como una oportunidad y pensar que esa persona o situación están aquí para enseñarnos algo. Podemos dejar de buscar culpables y asumir nuestra responsabilidad para responder a lo que está pasando entendiendo que lo que nos genera malestar y nos hace sufrir somos nosotros mismos.
3.- Indaga:
En el mismo momento en que se dé la situación o en un momento posterior, indaga. Hazte preguntas como: ¿cuál es el patrón mental que me está reflejando esta persona o situación? ¿Cuál es la razón de mi malestar con lo que está pasando? ¿Qué creencia sobre mí mismo o sobre el otro está el origen de la reactividad que estoy experimentando? ¿Es una realidad objetiva esto que estoy viendo de la otra persona o podría ser simplemente fruto de mi interpretación?
4.- Elige:
Elige tu respuesta de manera consciente. ¿Somos capaces de soltar nuestras resistencias y “cruzar la puerta” o por el contrario consideramos que debemos marcar algún límite y ser asertivos? La clave es poder elegir de manera consciente cuál queremos que sea nuestra respuesta y no que esta sea fruto de una reacción automática.
Llevar más consciencia a nuestras “relaciones difíciles” a través de este cambio de perspectiva podría ampliar enormemente la riqueza de nuestras interacciones aportando un mayor aprendizaje y evitándonos mucha pérdida de energía y sufrimiento.